Perú

Perú

Perú, también llamado en sus lenguas propias quechua y aimara: Piruw. País situado al oeste de América del Sur. Por su tamaño ocupa el puesto veinte en el mundo en extensión; con una diversidad biológica y unos recursos minerales de los más grandes del planeta. Un país bañado por el océano pacífico, donde el paisaje se forja en sus costas, selvas y montañas, modelando de esta manera el carácter de sus gentes.

La cultura peruana es fruto del mestizaje, des de los aborígenes y criollos a españoles, africanos y hasta incluso italianos. Sobre el mestizaje de este magnífico país, que fue colonizado y estuvo bajo gobierno español durante 300 años, habla uno de sus mejores y más populares escritores, Mario Vargas Llosa. Lo hizo de la siguiente manera: “El Perú, como el Aleph de Borges, es un pequeño formato del mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene identidad porque las tiene todas!”

Mi viaje a Perú comenzó en Barcelona, en mi estudio del popular barrio de Gracia. Delante del ordenador leía una vez y otra una noticia sorprendente: el descubrimiento de una momia fascinante llamada La Dama de Cao. Su tumba nunca había sido saqueada y la mujer yacía soberana junto con sus tesoros, poderosa con sus brazos, manos y piernas tatuadas!!!

Des de el primer momento supe que la quería ver, que la necesitaba ver… Poder estar a su lado y sentirla, recorrer una y otra vez con la mirada sus antiguos y valiosos tatuajes.                            

Así que partí hacia Perú…

Este país me sorprendió mucho, porque no me esperaba encontrar tanta riqueza que interconectase directamente la cultura andina con el mundo del tatuaje. Sus momias son un referente muy importante. Curiosamente en Perú no momifican a sus muertos, pero su árida naturaleza junto con el alto grado de salinidad de sus suelos, permitía la espontanea momificación y conservación de los cuerpos que enterraban. Este es el principal motivo del gran número de restos humanos tatuados que pude estudiar a lo largo de mi viaje, y en especial, en la zona costera. Es sin lugar a duda, de un valor inmenso esta gran oportunidad que nos ofrece la naturaleza para la investigación biológica y arqueológica.

Ignoraba en gran parte la existencia del tatuaje peruano, descubrimiento que me sorprendió agradablemente y que evidentemente no desaproveché. Por eso, aunque en un principio mi viaje había de ser breve para conocer únicamente La Dama de Cao, la aventura se transformó en un viaje de casi 2 meses.
Esto fue posible gracias a la cálida acogida que me dieron mis anfitriones, una vez me puse en contacto con Régulo Franco, antropólogo de la Huaca Cao Viejo donde fue encontrada la Dama de Cao, rápidamente me puso en contacto con otros antropólogos y investigadores de todo el país.

La Dama de Cao era una soberana mochica o moche, de un pueblo que dominó la costa norte del Perú entre los siglos III-VIII dC. Vivió hace 1700 años y aproximadamente murió cuando apenas tenía 25 años y justo después de haber estado embarazada.
Sepultada lujosamente, su cuerpo fue cubierto de cinabrio, un mineral rojizo muy tóxico, estrechamente ligado a la muerte, a la sangre, a la magia y a la divinidad, la gran cantidad encontrada de este mineral, junto con las condiciones climáticas secas y la buena preparación del cuerpo, que estaba perfectamente envuelto en finas capas de tela de algodón y sepultado entre gruesas prendas de ropa, permitieron la momificación y conservación increíble del cuerpo de la mandataria.
También estaba acompañada de grandes tesoros: joyas, oro, armas, cerámicas y otros cuerpos sacrificados que yacían también a su lado, algo que solo estaba al alcance de los grandes gobernantes y de la aristocracia guerrera.

Sus restos fueron descubiertos en la huaca llamada Cao Viejo en el complejo arqueológico El Brujo, dentro de una tercera o cuarta planta de una colosal pirámide edificada en una zona desértica muy cerca del mar; me pareció un paisaje soberbio donde nada mas hay silencio y viento, un buen lugar para descansar para siempre.

Las huacas son unas grandes construcciones piramidales que me recuerdan a las grandes pirámides egipcias y eran construidas como centro de poder de su sociedad. Pero no solo ejercían como tumbas sino también como templos alrededor de los cuales giraba toda la cultura y civilización pre-inca, de tal forma que era aquí donde se realizaban a menudo todo tipo de rituales religiosos, sacrificios humanos y también servían como núcleo político para la toma de decisiones de estado. A medida que pasaban las generaciones, las huacas iban ampliándose sobre ellas mismas, como las muñecas rusas matrioskas, que se apilan una dentro de la otra, hasta llegar a conseguir unas dimensiones piramidales extraordinarias.

Actualmente la Dama de Cao tiene un museo propio, pero cuando yo fui a visitarla estaba guardada dentro de una pequeña casa frigorífica al lado de la pirámide. Siempre recordare el primer día cuando se abrieron las puertas y… allí estaba ella… no me atrevía a acercarme y lo hice poco a poco con respeto, creía morirme… la tenia a mi lado envuelta con telas, su pelo largo, revuelto pero cuidadosamente peinado formando dos gruesas trenzas y lo mas impresionante de todo: sus brazos, manos y pies tatuados con serpientes, arañas y otros símbolos de diferentes tipologías; todo un mundo que te evoca a hacerte muchas preguntas sin respuesta.
Imagitatela viva, una mujer joven de gran poder, una soberana mochica, con sus joyas y vestidos reales y su cuerpo tatuado que la hacían mas temible y poderosa.

Es imposible no hablar también del Museo de Tumbas Reales de Sipán, ubicado en Lambayeque. El Señor de Sipán fue un antiguo gobernante mochica del siglo III. El descubrimiento de estas tumbas reales marcó la arqueología del continente americano porque, por primera vez, se encontraron en estado intacto (sin huellas de saqueo alguno) tumbas reales de una civilización peruana anterior a los Incas. El sarcófago de madera en el que se encontró este líder fue el primero de estas características en todo el continente y reveló sin duda la magnificencia y majestuosidad de este gobernante y guerrero.Es impresionante la gran cantidad de “narigueras” (piercing de la nariz) y “orejeras” (piercings de orejas) por su gran tamaño y refinado diseño en oro y plata.

Al lado del Señor de Sipán se encontraron también los restos de ocho personas más: tres mujeres, cuatro hombres y un pequeño recién nacido. Se cree que las mujeres podrían haber sido concubinas reales, mientras que los varones son interpretados como jefes militares o guardianes (uno de ellos aparecía con las piernas amputadas). También se encontraron restos animales: dos llamas y un perro.

Los sacrificios humanos u ofrendas de sangre, rituales a los que hacíamos referencia anteriormente, se realizaban de manera habitual en las huacas, y respondían a una de las características de la cultura mochica. Al lado de las momias reales se encontraban muchas veces enterrados niños, guerreros o sirvientes, que eran a menudo sacrificados para acompañar a la aristocracia real en su último viaje: el viaje al Inframundo.

De hecho, durante las campañas bélicas se intentaba no dar siempre muerte al enemigo, sino que se le hacía prisionero para sacrificarlo más tarde como ofrenda a sus dioses o para hacerlo participar en peleas o juegos donde siempre el final era la muerte. Toda esta puesta en escena tan sumamente teatral respondía casi siempre a cuestiones religiosas.

Todo el conjunto arqueológico de Sipán es magnífico, gracias al buen estado en que se encontraron todos los restos funerarios, a salvo de los huaqueros, los ladrones de los muertos.

Los huaqueros son los “buitres” de los restos de sus antepasados. Personas sin muchos recursos y seguramente sin mejor salida para sobrevivir que esta: buscar tumbas y espoliarlas. Evidentemente, esta actividad no está permitida por el gobierno pero es difícil de controlar en estas grandes extensiones de terreno que tiene este país.
La verdad es que tenía mucha curiosidad por saber quiénes eran, como trabajaban y como se movían en ese terreno inhóspito. Me presentaron a un par de personas para poder hablar y saber como actuaban y me invitaron a acompañarlas en una de sus jornadas de exploración.

No pude resistirme, así que les acompañe por una zona remota de Chiclayo, un paraje tan idílico como desértico muy cercano al mar.

La forma de trabajar de estos “exploradores de la muerte” es bastante sencilla. Se mueven a pie, caminando y examinando el terreno por donde pisan con la ayuda de un palo metálico o alguna otra herramienta alargada que les permita ir “palpando” y hundiéndola en el suelo para descubrir donde se encuentran las tumbas.

Una vez creen estar sobre el sitio correcto y antes de empezar a escavar, se ponen de rodillas con sumo respeto y rezan unas oraciones que no supe reconocer, luego beben un fuerte licor y lo escupen por la arena donde también entierran algunos cigarrillos; todo era muy extraño, respeto y destrucción.

Después de todo este ritual empiezan a cavar muy duro, llegando a escavar agujeros de hasta dos metros de profundidad por uno y medio de ancho, es de locos!!! Ya podéis imaginaros la gran cantidad de energía que se respira mezclada con polvo, sudor y nerviosismo; durante horas van trabajando en estás labores clandestinas realizadas en medio de la nada, rodeados de arena y muerte.

Por todos lados hay excavaciones de otros huaqueros con trozos de cráneos, telas, huesos que asoman a medio enterrar y cabellos largos que vuelan al viento aquí y allá y te envuelven como en un sueño de muerte, inquietante ciertamente siniestro…
Cada vez que rompían uno de los fardos se me partía el corazón, iban en busca de cualquier objeto que pudiesen vender. Que duro fue.
Los huaqueros me explicaron de una maldición que les afectaba como castigo por desenterrar a sus antepasados, era una fuerte enfermedad que a veces se pagaba con la muerte.

Y es que exhumar momias no está exento de riesgo. Estos cuerpos momificados, una vez son desenterrados desprenden un polvo tóxico que, al ser inhalado de manera regular por los huaqueros, termina por ser letal.

Otra parada imprescindible fue la de Cerro Sechin, cerca de la ciudad de Chimbote. Este es uno de los templos más importantes del Perú, tanto por su antigüedad como por su belleza. Un monumento que se alza en un paraje singular, a pocos quilómetros de la costa y levantado con grandes piedras esculpidas, que nos muestran sobre todo rostros y cuerpos con dibujos geométricos que interpreto como escarificaciones y/o tatuajes que portaban orgullosos los antepasados waris o huaris sobre su piel.
La Wari fue una civilización que creció rápidamente entre los siglos VII y XI dC. (prácticamente 400 años). La ciudad más importante durante este período fue Huari. Se trató de una cultura que se desarrolló rápidamente gracias en parte a su carácter abiertamente militar. Para expandirse con éxito desarrollaron una agricultura, ganadería, arquitectura y planificación urbanística muy avanzada para su época y un fuerte desarrollo del arte, principalmente de la cerámica.
A este pueblo se les conocía como el imperio de los tatuados. El tatuaje tenía un uso jerárquico en la manera como se organizaban socialmente: solo los personajes de alto rango podían llevarlos en sus rostros o cuerpos, reforzando así su autoridad y superioridad social.

Continué mi viaje con una conferencia sobre el tatuaje en el Museo Arqueológico Regional de Huacho, a 150 km de Lima. En esta zona central de la costa peruana predominó la cultura Chincay (cultura post-Wari).

Una vez terminada la conferencia, visite su museo y tuve la agradable sorpresa de ver gran cantidad de momias o parte de ellas como brazos y piernas. Eso sí que era un tesoro!! ¡Estaban repletas de tatuajes y yo sin saberlo nadie me había hablado de ello, era increíblemente fascinante! Horas mirándolas de arriba abajo. Eran tatuajes geométricos, los que mas me apasionan.

A partir de aquel día visitaba todos los museos que podía y siempre me iba feliz, pequeño o grande si había momias había algún tatuaje

Historia de dos mujeres sacerdotisasYa en Lima. En la capital peruana pude visitar la casa-estudio de un investigador jefe, absolutamente brillante, Guillermo Cock. En ese momento estaba estudiando dos momias que habían encontrado hacía poco en la zona de Puruchuco, cerca de Lima.

Eran dos chicas jóvenes, Cock calculaba que habían vivido antes del 1542, y que tenían una edad de entre 18 a 20 años. Aun conservaban una larga cabellera e iban medio envueltas con telas. Rápidamente me mostro sus brazos y dedos donde se podían apreciar unos pequeños tatuajes geométrico típicos de aquella zona del país. Estas formas y dibujos se pueden también encontrar en sus cerámicas y tejidos.

Me contó que sus investigaciones le llevaban a inquietantes conclusiones sobre la vida y la muerte de las dos jóvenes. Una dura historia. Por sus tatuajes llegó a la conclusión que se trataba de dos sacerdotisas, esto las sitúa dentro de la clase social alta. En el momento de la llegada de los españoles debían tener entre 6 y 10 años y su mundo privilegiado, igual que el de cientos de niñas, debió de hundirse en un suspiro. Debieron pasar bajo la tutela y al servicio de los sacerdotes católicos: bautizadas, menospreciadas y tratadas con toda seguridad como esclavas. En el momento de su muerte padecían un fuerte estado de desnutrición y estaban llenas de piojos. Cock me asegura que si hubiesen vivido pocos meses mas habrían perdido todos los dientes debido a la fuerte carencia de alimentos y por la suciedad a que estaban sometidas a vivir.

Como curiosidad me explicó también que sus cuerpos habían sido enterrados en dos ocasiones. La primer enterramiento fue en posición horizontal como cristianas y seguramente más tarde y a escondidas, fueron enterradas de nuevo pero esta vez de la manera como se hacia en su antigua tradición, verticalmente o sea de pie. Junto a ellas en su segunda sepultura se enterraron también algunos niños recién nacidos para que las sacerdotisas les acompañasen en su viaje final, ya que se les suponía este poder mágico.

Guillermo Cock también tenía bajo estudio una tercera momia y me comentó que no tenía tatuajes; pero después de todo lo que había descubierto en los museos ya os podéis imaginar que le pregunte si le molestaba que la inspeccionara detenidamente… I sorpresa! Allí estaba, en una esquina de su pierna derecha vislumbro lo que parece un pequeño tatuaje geométrico. Me encontraba delante de la confirmación que aquel era realmente un país de tatuajes.

De Lima a Cuzco, a unos 1000 kilómetros de distancia aproximadamente. Esta fue la gran capital Inca donde se asentó esta civilización durante más o menos 90 años (1438-1533), cuando empezaron a tener una serie de discrepancias internas que acabaron por dividir al país.

La causa fue la confrontación por la sucesión al trono Inca entre los hijos de Huayna Capac: los hermanos Huascar y Atahualpa, que llevaron al país a una guerra civil. Atahualpa venció, pero su victoria fue del todo efímera por la llegada temprana de los conquistadores españoles, encabezados por Pizarro.

En el museo de la ciudad de Cuzco se encuentran numerosos restos craneales donde se pueden apreciar diferentes deformaciones y trepanaciones bastante interesantes, muy parecidas a las que pude observar durante mi viaje a Bolivia. De cómo se realizan y el porqué, hablo extensamente en mi artículo sobre el país bolivariano.

De Cuzco viaje a ILo, una pequeña ciudad costera muy peculiar rodeada por el desierto y cerca de la frontera chilena. Estaba interesada en visitar su museo y su centro Mallqui de investigación, donde se presenta la historia cultural de la zona especialmente la cultura Chiribaya, que se desarrolló entre el 800 y 1400 dC. En su magnifico centro de investigación, donde trabaja un potente grupo de arqueólogos, los cuales me mostraron y pude estudiar una gran cantidad de restos humanos momificados con tatuajes siempre geométricos muy bien conservados, donde podía volver a percibir el mismo diseño que se repetía a tejidos y cerámicas.

Pude realizar un buen trabajo.

Agradecer a Malcolm Allison su fantástica ayuda y acogida.

Y volví a Barcelona muy feliz de lo que había vivido y aprendido, ya por siempre enamorada del Perú.

Es un país magnifico, enorme, maravilloso… de gente que siempre da sin esperar nada a cambio. Un viaje lleno de misterio de mágica i de tatuajes con una historia que toma forma bajo la mirada de sus huacas, las cuales se alzan en el horizonte, vigilantes.