Hainan, China

Hainan-ChinaHainan, es una pequeña isla al sureste de China, tiene una extensión de 34.000 kilómetros cuadrados y una población de más de ocho millones de personas. La religión mayoritaria es el Budismo, seguida del Islam y del cristianismo.

  • Hainan
 
Contrariamente a lo que la mayoría de la gente piensa sobre China, no es en absoluto un país de tatuajes. Per en el interior de este inmenso país, geográfica y culturalmente hablando, recordemos que es el país con más habitantes del planeta 1.306.313.800, existen aún algunos lugares remotos donde los podemos encontrar. Uno de ellos es la provincia de Yunan, y otro la isla de Hainan. En el resto del país tan solo encontraremos algunas pequeñas muestras aisladas. Especialmente destacables los escritos en los que se habla del tatuaje de castigo, consistía en hacer unas marcas geométricas, en la cara o en los brazos, que señalaban a perpetuidad a los delincuentes, haciéndolos de este modo fácilmente reconocibles entre la gente.

Y . . estaba leyendo un libro del 1976 que compré en un anticuario de París: Tatouages et tatoués de William Caruchet , cuando en el capitulo: L’apport des grands voyages maritimes, se referían a esta pequeña isla, describiendo los preciosos tattoos de flores, de mariposas, de insectos, haciendo especial hincapié en la delicada factura con la que estaban tatuados. Claro que esto era en palabras del historiador chino Ma Tien-lin que vivió en el siglo XII, pero fue a partir de esa crónica que se despertó mi curiosidad. ¿Qué tatuajes habría ahora en la illa de Hainan?

Mochila, novio i avión, esta fue la combinación.

Hainan, Xina

Lo primero a mi llegada a Hainan, fue procurarme dos intérpretes. No tan solo por mi desconocimiento del chino sino también porque las personas con las que me interesaba entrar en contacto solamente hablaban Li. De esta manera, la comunicación se producía del li al chino mandarín y del chino al inglés para finalizar al catalán. Con mis intérpretes y usando distintos medios de transporte – autobuses locales, coches alquilados, ciclomotores, piernas – nos dirigimos en un apasionante viaje hacia el interior de la isla por serpenteantes y angostos caminos. Albergaba la tozuda esperanza de que aun podría ver ¡ los últimos tatuajes !

Mi primer contacto fue en Wuzhi Shan, una pequeña ciudad, situada en el centro sur de la isla, concretamente una mujer Li relativamente joven con claros tatuajes en el rostro, sugerentes líneas geométricas se entrelazaban formando extraños laberintos. El encuentro fue apasionante. Las dos, visiblemente emocionadas, hablamos largo y tendido en su propia casa. Le sorprendía mi gran interés y admiración por sus tatuajes. Actualmente, en la isla, se menosprecia o incluso se desprecian abiertamente los tatuajes tradicionales, siendo considerados como algo feo y más bien propio de pueblos subdesarrollados. De ahí, que aquella mujer al verse halagada por lo que habitualmente no despertaba sino desprecio se sintiese gratamente sorprendida.

Continué mi viaje dirección a Ledong donde mayoritariamente habitan los Ha. En aquellos encantadores poblados con las mujeres sentadas ante las puertas de sus chozas y rodeadas de niños jugando alborotados, pude encontrar a algunas mujeres tatuadas, todas ellas mayores de 70 años. Fue interesante y sumamente gratificante verlas y poder conversar con ellas. Al principio me miraban con una cierta desconfianza, no sabían realmente qué era lo que yo deseaba de ellas les explicaba, como podía, que estaba profundamente interesada en sus tatuajes, pero al principio siempre obtenía la misma respuesta por su parte: se los ocultaban y hacían como si lo del tatuaje no fuera con ellas. Pero pronto descubrí la mejor manera para ganarme su complicidad. Sus miradas más bien toscas y huidizas cambiaban por completo cuando destapándome el dorso de mi cuerpo les mostraba el gran tatuaje que se extiende por mis hombros y espalda. Al ver que yo mostraba con orgullo mi piel también, se encendían sus miradas, no era solamente curiosidad, era como si en un instante toda la injusticia infringida durante largos años despreciando los tatuajes de las mujeres se hubiera venido abajo como por arte de mágia. Después les mostré también los tatuajes de mis piernas, y sin dejar de mirarme a los ojos y con una sonrisa casi infantil se arremangaron los pantalones y unos increíbles y nítidos dibujos geométricos aparecieron abrazandoles completamente sus piernas.
No ponía ningún impedimento para que la fotografiara, sino todo lo contrario, incluso me atrevería a decir que gozaban con los clicks de la cámara apuntando hacia sus cuerpos. Poco a poco me fueron mostrando sus espaldas y pechos; todos sus tatuajes.

Hainan, Xina

Continuando mi viaje al corazón de Hainan, dirección Baisha, fui visitando diferentes aldeas de la región, una tras otra y siempre acababa por suceder lo mismo. Al poco rato de iniciar las conversaciones con un grupo de mujeres tatuadas, se creaba un corrillo de espectadores que con el tiempo iba creciendo hasta arrastrar como un calmo torbellino a prácticamente todos los habitantes del poblado. Los encuentros eran sumamente bellos, mecidos entre sonrisas, una charla vivaracha y en los que todas acabábamos compitiendo por enseñar aquella parte del cuerpo tatuada más recóndita y secreta. Parecía que la población del lugar por primera vez fuera consciente de los tatuajes de sus abuelas y tomara conciencia de su valor. Cada pueblo por pequeño que fuese se diferenciaba sutilmente de los otros por el diseño de su tatuaje, aquellas marcas corporales formaban parte de su identidad.

Entre los Li, la persona encargada de realizar los tatuajes era siempre una mujer. Podía ser de la misma familia o bien una especialista del poblado a la que se compensaría por su trabajo, por ejemplo entregándole una gallina. En la vida tradicional de los Li, las jóvenes debían tatuarse entre los 9 y 18 años no había una época especial para hacerse grabar los tatuajes, pero algunas fechas -especialmente la del aniversario del nacimiento- eran consideradas tabú para esta actividad. Habitualmente, se empezaba por la cara y después se continuaba por el resto del cuerpo, evidentemente, se necesitaban varias sesiones para realizarlo. La tradición estipulaba que la finalización del tatuaje se celebrase con una pequeña fiesta a la que se invitaban a familiares y amigos la cual marcaba claramente el punto final de un rito de paso que señalizaba que la adolescente tatuada podía ser ya considerada adulta y preparada, pues, para el apareamiento y la maternidad.

Hainan, Xina

La práctica del tatuaje había empezado ya a declinar durante la primera mitad del siglo XX. El poderoso estado chino comunista, reprimió incluso con castigos, estas manifestaciones, por considerarlas retrógradas y símbolo de identificación y diferenciación. En Hainan, pues, ya sea por miedo a las autoridades o por el lógico debilitamiento de las prácticas tradicionales ante el avance del mundo moderno, el tatuaje dejó de realizarse completamente.

Podemos afirmar que en el Hainan tradicional, no se entendía una mujer sin su tatuaje, era importante no tan solo en vida sino también para el momento de la muerte. Una mujer no podía reunirse con sus antepasados sin su tatuaje, sería como presentarse desnuda y no seria reconocida ni aceptada por sus ancestros y devendría, por tanto, un triste espíritu errante. De ahí que si moría una joven sin haber sido todavía tatuada, se le tatuaba una vez muerta.

El tatuaje de los Li se extiende por las mejillas al mentón, delante y detrás del cuello, con unas líneas que descienden atrevidamente rozando los pezones hasta juntarse con el ombligo. Las líneas finas recorren asimismo los brazos desde el codo hasta la muñeca de la mano, continúa a lo largo de los dedos y se explayan asimismo por las piernas, de media pantorrilla hasta los tobillos. Se trata de dibujos de una elegante geometría, de líneas rectas o curvas, en ocasiones paralelas, y siempre mostrando una agradable armonía. Nunca en mi vida había apreciado unos dibujos tan puramente geométricos, limpios, potentes.

Hainan, Xina

La tinta era siempre negra. Elaborada a base de negro de humo y otros ingredientes, se aplicaba a la piel mediante diferentes técnicas. Se marcaba primero el dibujo con un hilo impregnado de tinta, seguramente para conseguir líneas rectas. La más sencilla de ellas consistía en introducir la tinta bajo la epidermis a través de pinchazos efectuados de manera muy regular con las espinas de un arbusto que me mostraron y que crece, todavía hoy, por toda la isla. En otro de los procedimientos habituales se infligían pequeñas heridas a la piel mediante un instrumento hecho con púas de bambú muy afiladas i con pequeños golpes una manera muy parecida a como se tatúa en la Polinesia.

Estas mujeres mayores, posiblemente muchos de los detalles del proceso de tatuar no sean ya recordados, pero, en cambio, sí conservan un vivo recuerdo del dolor, cuando tocaban y veían mis tatuajes, fruncían los labios y la frente en signo de dolor y reconocimiento. El dolor no tiene nada de agradable pero a menudo forma parte indisoluble de pruebas o ritos de paso que implican superación personal. Y así es como a menudo es visto el dolor en el tatuaje, incluso para los jóvenes de nuestra sociedad moderna.

En la vieja Hainan, el tatuaje constituía una marca característica de la procedencia étnica de la persona que lo lucía. De esta manera se añadía a otro tipo de marcas identificativas como la indumentaria tradicional, los peinados o los pesados pendientes que las mujeres llevaban en sus orejas el peso de los aros de hasta dos kilogramos producía dilataciones en los lóbulos de las orejas que podían alcanzar los tres centímetros. Durante mi estancia pude observar que muchas mujeres mayores llevaban los lóbulos dilatados pero ya no lucían sus grades pendientes.

Hainan, Xina

Esta pequeña isla experimentó un cambio radical tras la revolución comunista en China. Las directrices políticas hicieron abandonar la indumentaria tradicional de los diferentes grupos étnicos que la poblaban, los peinados, la costumbre de llevar gruesos pendientes y la práctica del tatuaje. Las mujeres llevaban originariamente una falda muy corta que no debería gustar demasiado al nuevo gobierno ya que, en un primer momento, fueron obligadas a coserse por en medio sus faldas cortas tradicionales que así se convertían en más púdicos shorts. Después, esta improvisada prenda de vestir fue siendo progresivamente sustituida por los pantalones de un triste tono gris o azulado tan generalizados por todo el país.

Hoy el tatuaje ha caído en el olvido. Las mujeres mayores a las que entrevistaba se extrañaban por mi interés en sus tatuajes. Muchas de ellas no recuerdan ya el porqué del tatuaje y repiten mecánicamente lo que dicen a las más jóvenes, aquello que algún día las autoridades les hicieron creer para hacerles desistir de este tipo de prácticas: “que los antiguos Li hacían los tatuajes para afear a las mujeres jóvenes y evitar así que fueran raptadas”. Menuda absurdidad!

Actualmente también se habla de recuperar las viejas tradiciones se aprecia un retorno a la música, a loa tejidos tradicionales, a las danzas y fiestas. Pero hay símbolos de identificación que ya son más difíciles de recuperar o prácticamente imposibles de rescatar como es el caso de sus tatuajes.

La marca en la piel es de por vida, y hoy la vida en Hainan es definitivamente diferente a lo que fue décadas atrás.