Tailàndia

TailàndiaEl reino de Tailandia tradicionalmente conocido como Sian. Es un estado que limita con Laos, Camboya, Malasia y Myanmar. La capital del estado es Bangkok. Tiene aproximadamente 66.500.000 habitantes. El 95% de la población son budistas y menos de un 5% musulmanes.

 
Supongo que mi experiencia como diseñadora gráfica, hizo crecer mi fascinación por esos tatuajes asiáticos, simples, sin color, muy gráficos, llenos de espiritualidad . . . y me llevaron a recorrer un largo camino en busca de su esencia. Los tatuajes me trajeron a este, sin duda alguna, fascinante país del sureste asiático, Tailandia.

Color naranja azafrán, perfume de incienso mezclado con el suave olor a loto del interior de los templos. Sudor deslizándose suavemente por toda la piel, gotas que recorren y moldean tu cuerpo. La piel es la frontera entre tú y el mundo; en esa sensible y fina línea es donde los tailandeses graban sus deseos, sus plegarias; es lo más cerca del alma que se puede llegar.

No tenía noticias sobre el lugar de Tailandia en el que se hacían estos tatuajes, o si podría asistir a su realización. Mi única información era que se tatuaba en algunos templos budistas, pero ¿dónde se encontraban? En este país hay miles y miles de templos, la otra gran duda residía en el hecho de ser mujer: se supone que los monjes budistas no pueden tocarnos, y eso sin duda me lo ponía mas difícil.

Desde Catalunya pregunté a amigos tatuadores, busqué también por internet, no encontraba nada concreto. Tenía un nombre, el de Wat Bang Phae, pero no había nadie que pudiera decirme dónde vivía, qué dirección tomar o adónde ir.

En una revista francesa leí una vez que un interesante tatuador, llamado Jimmy Wong, vivía en Bangkok, busqué hasta encontrar su teléfono y pensé que podría ayudarme.
Partí con el teléfono en el bolsillo, en busca de estos fascinantes tatuajes gráficos…

Ya en Tailandia, desde Ayutayá, la voz de Jimmy Wong me llegó entrecortada a través del teléfono. Efectivamente tiene su estudio en Bangkok, me dio su dirección y su peculiar horario de trabajo, a partir de las 22 h. hasta la madrugada, podríamos visitarlo cuando quisiésemos, él estaría encantado.

Fue como un ángel en mi vida, me abrió las puertas del tatuaje tradicional tailandés; Jimmy Wong es una magnífica persona, siempre con una sonrisa que le ilumina la cara, le gusta transmitir y enseñar, ama y conoce bien su cultura.

Dice una leyenda que Lisu: un monje ermitaño oriundo de Birmania, fue quien llevó a Tailandia la ciencia del tatuaje sacro. Estos tatuajes son considerados como talismanes que trasmiten energía y protección. Su estructura abstracta está formada de caracteres antiguos y de figuras esquemáticas como el tigre o el mono. Cada tatuaje posee un valor, una fuerza diferente, su poder lo determina el dibujo y el lugar del cuerpo donde se encuentra, casi todos los tatuajes están realizados de la cintura hacia arriba, la parte más pura del cuerpo. Las formas de estos antiguos tatuajes se remontan por encima de 700 años.

Tailàndia

En algunos templos budistas diseminados por todo el país se practica efectivamente el tatuaje tradicional, pero es en el gran templo de Wat Bang Phae donde se acoge la mayor cantidad de monjes tatuadores, está formado por un conjunto de templos, la mayoría de ellos pequeños, diseminados en un recinto llano, decorados con intensos colores, con bellos tejados pintados y construidos con madera de teca, al estilo tailandés. Para entrar en ellos se tiene que subir siempre unas escaleras y dejar atrás los zapatos.

La energía que emana de estos templos se ve reflejada en el río que pasa cerca de ellos, dicen sus habitantes, que en ese tramo está repleto de grandes peces… 
Los interiores son amplios, con muchísimos altares llenos de Budas y ofrendas. Los que van a tatuarse ofrecen en una bandeja ofrendas muy variadas, flores de loto, un paquete de tabaco, incienso, fruta, unas monedas; cada persona ofrece lo que quiere o puede por su tatuaje.

Jimmy Wong fue recibido como un amigo. La gran sonrisa del maestro tatuado nos dio la bienvenida; sus tatuajes, mis tatuajes, nos hacen sentir cómplices. Con una señal, desde el fondo de la sala, el monje tatuador me indica que me acerque, y me hace sentar justo a su lado, muy cerca. Luan Pi Pan, es su nombre, está sentado encima de un gran cojín anaranjado. Como un Dios, me mira y sonríe. Me siento sobre mis piernas y, como signo de respeto, su cabeza siempre tiene que estar por encima de la mía, mira con detenimiento mis tatuajes y me enseña los suyos, uno por uno, me hace notar que está muy orgulloso de uno en particular, se sube el vestido y me muestra la figura de un gran tigre tatuado a máquina, de vivos colores, justo encima del muslo izquierdo.

Vuelve a coger sus instrumentos de tatuaje, su sonrisa desaparece y su cara toma una expresión de gravedad, de concentración, todos callan o susurran en voz baja. Tatúa moviendo la vara con una agilidad asombrosa, su destreza es increíble, el tatuaje surge como si ya estuviese escrito, suavemente, con poca herida, sólo rozando la pie, se percibe el silencio… qué lejos está todo de nuestras ruidosas máquinas.

La persona que está tatuando reza, muy concentrada; su postura es de respeto, de rodillas y con la cabeza inclinada ligeramente hacia delante. Su tatuaje se encuentra en la parte superior de la espalda, está formado por caracteres que rezan mantras, escrituras muy antiguas conocidas sólo por eruditos o monjes.

Su instrumento para tatuar es una larga vara de metal de unos 60 a 70 centímetros, terminada en punta, parecida a una pluma estilográfica. En el tatuaje no hay líneas ni colores ni sombras, son pequeños puntos tatuados uno detrás de otro, muy juntos, que al cicatrizar se expanden y se juntan, consiguiendo así la definición del dibujo y esa especial y preciosa textura final.

Tailandia

Un tatuado posee muchas varas, utilizando una para cada persona. Al final del día se limpian y desinfectan para poder ser usadas mañana en la próxima sesión.

Antes de comenzar el tatuaje se hace un rápido esbozo encima de la piel, y si lo que se desea es un dibujo, se utilizan unos bloques tallados de madera, muy antiguos, preciosos. Se unta el relieve con aceite de alcanfor y se pasa una llama para quemar el aceite, quedando carbonilla depositada sobre el dibujo. Se presiona la matriz encima de la piel y aparece la figura dibujada. Actualmente también se utilizan dibujos nuevos con tampones grandes de goma muy parecidos a los tampones que usaban nuestras empresas para poner la fecha o el logotipo.

La tinta utilizada es tinta china, pero antiguamente se elaboraba en los templos con muy variados ingredientes, dicen que la serpiente era uno de ellos. El aceite de sésamo se utiliza como tinta cuando se desea que no quede ningún dibujo en el cuerpo, la importancia reside en el dolor, en el deseo, en los sentimientos.

El monje tatuador sujeta la vara con las dos manos y la mueve con diligencia, es ayudado por dos personas que extienden sus manos cerca del tatuaje tirando de la piel, a la vez se establece un círculo entre ellos que trasmite energía para poder soportar el dolor. Las sesiones suelen durar una hora por persona, los tatuados se van alternando, reciben y ayudan.

Para mí era extraño ver aquellas personas con el tatuaje sangrante esperando horas que se les acabe el tattoo, sin prisas, disfrutando de la larga ceremonia de su tatuaje.
Creo que sólo vi a una mujer; la mujer puede ser tatuada por un monje budista pero entre la mano de éste y su piel se coloca un pañuelo, evitando así el contacto directo. Es corriente que las mujeres prefieran que sus tatuajes no sean realizados con tinta sino con aceite de sésamo que los hace invisibles a nuestros ojos.

Dentro del recinto, en el patio y en el interior del templo vagabundeaban numerosos perros, perezosos y silenciosos entre las personas: nadie hacia caso de ellos. Al cabo de algunas horas me moví silenciosamente, quería observar que sucedía en los otros templos, pero nada más cruzar el umbral, en una pequeña y estrecha sala, se repetía la misma escena: un monje tatuado, gente ayudando y esperando, algunos perros.., pero algo sucedía, me acerqué y quedé paralizada apoyada contra la pared sin moverme, con la respiración cortada. La persona que se estaba tatuando había entrado en un proceso de exaltación, se movía compulsivamente, emitía unos chillidos mudos.., pero en la sala nadie se alteraba, el monje puso sus manos encima de su pecho y esperó a que poco a poco se tranquilizara y recobrara su normalidad, después volvió a retomar el tatuaje. No sé muy bien lo que vi, no sé que pasó, pero para ellos es la manifestación de la energía del tatuaje cuando entra dentro de nuestro cuerpo.

Al terminar un tatuaje, el monje limpia muy despacio y delicadamente la sangre y la tinta sobrante, mientras reza susurrando un mantra; cada monje tiene su mantra secreto que le fue transmitido por su maestro y así hacer de mediador entre el tatuado y lo espiritual. Con estas plegarias la ceremonia se da por terminada.
Se cree que el tatuaje ha adquirido la fuerza y la protección que la persona necesita o desea. En toda la sala reina el silencio, se desliza un aire místico, de devoción y de recogimiento.

Los templos budistas de Tailandia son esencialmente un lugar de encuentro. Están elevados del suelo, con una sola planta y construidos de madera, totalmente abiertos al exterior, con grandes puertas y ventanas por donde entra a raudales el aire y la luz con un tenue olor a incienso y a flores. El espacio que se crea es sensible, en él todo fluye, la gente vive en el templo, entra y sale, reza, duerme, descansa, vive.

Nos despedimos con una sonrisa, igual que como habíamos llegado. A Luan Pi Pan se le veía cansado, cada día tatúa más de ocho horas; el móvil le había sonado varias veces como a cualquier tatuador occidental.

Sus formas y dibujos no están encima de la piel sino en el alma, el tatuaje sacro sigue, sin duda, latente y con fuerza en este fascinante país.

Fuerza y protección a todos.

Tailandia

Jimmy Wong, me ha invitado para un próximo viaje: la visita a otro templo budista donde la magia reside en introducir unas pequeñas piezas cilíndricas de oro dentro de la piel, el monje hace sus plegarias mientras introduce con un certero y rápido golpe la pieza dentro de tu cuerpo, recibiendo así la energía.
Fascinante. Pero esto será otro viaje…